El niño llegó a un centro porque sus padres estaban
preocupados porque tenía 1 año con 10 meses y aún no decía ni una palabra, sin
embargo eso no fue lo que nos llamó la atención, sino que el niño tenía una
fijación con el teléfono celular de su mamá. El teléfono era su bobo para
calmarlo, su juguete, su niñera, su amiguito de juegos, su todo. Sus padres se
podían ir del lugar y él no iba a protestar, pero si le quitaban el teléfono,
donde él estaba viendo sus vídeos, era una declaración de guerra y, como tal,
él respondía. El ganador era claramente uno: el niño. Los padres se rindieron
ante la rabieta que no pudieron controlar.
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